
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición neuropsiquiátrica que afecta tanto a niños como a adultos, caracterizándose por síntomas de inatención, hiperactividad e impulsividad. Aunque el diagnóstico suele realizarse en la infancia, muchas personas continúan presentando síntomas en la adultez. En este contexto, un joven de 25 y 30 años con TDAH que manifiesta conductas infantiles frecuentemente puede estar experimentando una combinación de factores neurobiológicos, emocionales y sociales que influyen en su comportamiento.
1. La madurez emocional y el TDAH
El cerebro de las personas con TDAH tiende a desarrollarse a un ritmo diferente al de las personas sin esta condición. Estudios han sugerido que algunas regiones cerebrales, particularmente las responsables de la autorregulación emocional, maduran más lentamente (Shaw et al., 2007). Esto puede llevar a que una persona joven actúe de manera más inmadura emocionalmente, mostrando respuestas o conductas que se asocian típicamente con etapas anteriores de desarrollo.
Por ejemplo, una dificultad para gestionar frustraciones, recurrir al humor infantil o buscar validación mediante actitudes lúdicas puede ser un reflejo de un desfase en el control emocional. Esta inmadurez no significa que la persona no sea capaz de asumir responsabilidades, pero sí puede requerir más tiempo y apoyo para alcanzar una autorregulación emocional sólida.
2. Búsqueda de confort y mecanismos de afrontamiento
Las conductas infantiles también pueden surgir como un mecanismo de afrontamiento frente al estrés o las demandas de la vida adulta. Las personas con TDAH a menudo enfrentan dificultades constantes en áreas como el trabajo, las relaciones interpersonales o la gestión de responsabilidades diarias, lo que puede generar una sensación de sobrecarga. Regresar a comportamientos infantiles, como jugar en exceso, hablar de forma ingenua o buscar dinámicas de dependencia, puede ser una forma subconsciente de escapar temporalmente de estas presiones.
3. La impulsividad y la espontaneidad en el TDAH
Una de las características centrales del TDAH es la impulsividad, que puede manifestarse como comportamientos espontáneos y desinhibidos. En algunos casos, estas acciones pueden parecer infantiles porque no pasan por los filtros sociales y culturales que suelen adquirirse con la madurez. Por ejemplo, interrumpir conversaciones con comentarios fuera de lugar, realizar bromas inapropiadas o buscar atención de manera desmedida pueden ser expresiones de esta impulsividad.
4. Dificultades en la autorregulación social
El TDAH puede afectar las habilidades sociales, lo que dificulta la percepción de normas sociales y contextos apropiados para ciertas conductas. Las personas con TDAH pueden tener problemas para identificar cómo su comportamiento es interpretado por los demás, y esto podría explicar por qué mantienen conductas que se perciben como inmaduras o infantiles.
5. Aspectos emocionales y autoestima
Las personas con TDAH a menudo tienen una autoestima frágil debido a años de enfrentarse a críticas por comportamientos asociados con su condición. Algunos jóvenes pueden adoptar conductas infantiles como una forma de protegerse emocionalmente o atraer atención positiva en lugar de críticas. Estas conductas pueden reflejar un deseo de aceptación y validación.
6. Posibles comorbilidades
El TDAH rara vez ocurre de manera aislada; con frecuencia está acompañado de otras condiciones, como trastornos de ansiedad, depresión o trastornos del espectro autista (TEA). Estas comorbilidades pueden contribuir a comportamientos infantiles, ya sea como una forma de lidiar con la ansiedad o por dificultades más amplias en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales.

¿Cómo abordar estas conductas?
a) Intervención Terapéutica
La terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser particularmente efectiva para trabajar con personas que tienen TDAH. Esta terapia se enfoca en identificar y modificar patrones de pensamiento y comportamiento que pueden estar perpetuando las conductas infantiles. Por ejemplo:
Técnicas de reestructuración cognitiva: Ayudan a la persona a comprender por qué recurre a estas conductas y a desarrollar formas más adaptativas de manejar emociones difíciles.
Entrenamiento en habilidades sociales: Fortalece la comprensión de normas sociales y promueve interacciones más maduras y positivas.
Mindfulness y regulación emocional: Mejora la capacidad para identificar y regular emociones intensas, reduciendo respuestas impulsivas o inmaduras.
b) Psicoeducación
Es crucial que tanto el joven como las personas cercanas (familia, amigos, pareja) entiendan qué es el TDAH y cómo afecta el desarrollo emocional. La psicoeducación proporciona un marco de comprensión que fomenta la empatía y reduce los juicios negativos. También incluye enseñar estrategias específicas para gestionar mejor los síntomas y fomentar la autonomía.
c) Desarrollo de habilidades ejecutivas
Dado que las funciones ejecutivas (planificación, organización, control de impulsos) suelen estar afectadas en el TDAH, el desarrollo de estas habilidades puede ayudar a moderar las conductas infantiles. Algunas estrategias incluyen:
Uso de recordatorios visuales o listas para fomentar la organización.
Técnicas de gestión del tiempo, como dividir tareas en pasos pequeños y utilizarlas con un sistema de recompensas.
Práctica de autocontrol: Técnicas como pausas reflexivas o retrasar gratificaciones pueden ser útiles para mitigar conductas impulsivas.

d) Evaluación de comorbilidades
Si existen trastornos adicionales (p. ej., ansiedad, TEA o depresión), abordar estas condiciones puede ser clave para reducir conductas infantiles. Un diagnóstico preciso y un plan de tratamiento multidisciplinario pueden marcar una gran diferencia en el progreso del joven.
e) Apoyo familiar y social
El entorno del joven juega un papel fundamental en el manejo de estas conductas. Es importante que los familiares y amigos:
Establezcan límites claros pero amorosos.
Fomenten comportamientos positivos mediante refuerzos adecuados.
Eviten castigar o ridiculizar las conductas infantiles, ya que esto puede dañar la autoestima.
f) Exploración de fortalezas personales
Las personas con TDAH a menudo tienen rasgos positivos, como creatividad, energía y capacidad para pensar "fuera de la caja". Ayudar al joven a identificar y desarrollar estas fortalezas puede mejorar su confianza en sí mismo, disminuyendo la necesidad de recurrir a conductas infantiles para sentirse validado o seguro.

Transformando vidas:
Una historia de éxito en el manejo del TDAH
En nuestro consultorio, cada caso es único, pero hay historias que marcan la diferencia y nos recuerdan por qué hacemos lo que hacemos. Quiero compartir contigo el caso de Rodrigo, un joven de 26 años que llegó a nosotros buscando respuestas y una forma de mejorar su vida.
Rodrigo siempre había sido una persona carismática, llena de energía y creatividad, pero detrás de esa fachada alegre, enfrentaba desafíos constantes. Se sentía incomprendido en su entorno familiar y social debido a comportamientos que, para otros, parecían "infantiles". Esto generaba conflictos en casa, dificultades para mantener amistades duraderas y problemas para avanzar profesionalmente.
El inicio del camino: Diagnóstico y comprensión
Cuando Rodrigo asistió a su primera sesión, compartió con nosotros cómo había luchado toda su vida contra una sensación de "desencaje". Se distraía fácilmente, evitaba responsabilidades serias y usaba el humor infantil como una forma de lidiar con la incomodidad. Tras una evaluación exhaustiva, confirmamos el diagnóstico de TDAH, algo que él ya sospechaba, pero que nunca había sido abordado de manera integral.
Lo primero que hicimos fue explicarle cómo su trastorno afectaba aspectos como su regulación emocional, sus habilidades sociales y su capacidad para manejar el estrés. La psicoeducación fue clave para que Rodrigo entendiera que sus conductas no eran una elección consciente ni una "falla", sino un resultado de la forma en que su cerebro procesaba la información.
Creando un plan personalizado
Diseñamos un plan de intervención ajustado a sus necesidades:
Terapia cognitivo-conductual (TCC): Le ayudamos a identificar y reestructurar patrones de pensamiento autocríticos, enseñándole técnicas para regular sus emociones y reducir las conductas impulsivas.
Entrenamiento en habilidades sociales: Rodrigo aprendió a interpretar mejor las señales sociales y a establecer relaciones más sólidas y maduras.
Sesiones familiares: Trabajamos con su familia para que comprendieran el TDAH, deshicieran prejuicios y aprendieran a brindar apoyo en lugar de juzgar.
Técnicas de gestión del tiempo y organización: Le proporcionamos herramientas prácticas, como el uso de calendarios visuales y rutinas estructuradas, para mejorar su desempeño laboral y personal.
Los resultados:
Una transformación integral
Con el tiempo, Rodrigo comenzó a notar cambios significativos. Las tensiones en su hogar disminuyeron, ya que su familia entendió mejor sus necesidades y comenzaron a apoyarlo de manera más efectiva. En su vida social, sus nuevas habilidades le permitieron fortalecer amistades y entablar relaciones más
Reflexión final
Las conductas infantiles en un joven adulto con TDAH no deben interpretarse únicamente como una falta de madurez, sino como el resultado de una compleja interacción entre factores neurobiológicos, emocionales y sociales. Estas conductas pueden ser gestionadas y moderadas con la intervención adecuada, promoviendo un desarrollo más equilibrado y funcional.
Al abordar estas conductas desde una perspectiva integral, es posible empoderar al joven para que enfrente los desafíos del TDAH de manera efectiva y encuentre formas saludables y maduras de relacionarse con su entorno.
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